Y de repente, una noche de verano, ya no trepabas como telaraña
por mis pies desnudos
dejando huellas entre los bellos de mis piernas, como hormigas que marcan
el caminito al nido.
Y de repente una noche dejé de soñarte mía,
te quite el poder de alborotar mis sentidos y como puta magia
tu voz ya no resonaba a coro en mis retinas,
ya no invadías mi cuerpo con tu perfume a margaritas y lilas.
Y de repente, aquella noche me descubrí excitada sin vos
entonces volví a ser dueña de la cuerpa que alguna vez te amó.
Y ahí estaba voluptuosa. Para mi
mojada…
erizada...
extasiada…
con mis dedos impregnados de translúcido néctar, libres de cada una de tus esquirlas.
Y de repente, no hubo otra noche, ni otro instante en el que te sintiera
de golpe en mis oídos, susurrando encantadas melodías
y ya mis labios no balbuceaban, tu nombre, maldito.
Y de repente,
una noche
estaba
desaprendiendome
de
vos.
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